En los años sesenta un grupo de jóvenes ingleses y norteamericanos renunciaba al traje considerándolo un signo de hipocresía social; así popularizaron camisas con caída amplia, poco ceñidas, que encarnaban aquello distendido y desestructurado, el corpiño de punto o armado fue relegado también como consecuencia de esta nueva moda producto de la ideología protestantista de los 60.
Se dejan de lado elegantes trajes representantes de lujo y glamour y son reemplazados por el "pret-a-porter" es decir la ropa para todos los días, fabricada en serie y símbolo de comodidad.
Comienzan a reinar la extravagancia y psicodelia. Mary Quant crea la minifalda en representación a todo lo anterior.
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